Nuestro Obispo Don Gerardo Melgar publica un decreto sobre la celebración del
Jubileo 2025 en nuestra diócesis de Ciudad Real que se suma, junto a toda la
Iglesia, al Jubileo convocado por el papa Francisco con el lema Peregrinos de
esperanza.
DECRETO DEL JUBILEO 2025 EN LA DIÓCESIS DE CIUDAD REAL
Con el fin de que los fieles de la diócesis puedan
peregrinar y obtener la Indulgencia Plenaria, se disponen cinco lugares de
peregrinación con celebraciones periódicas:
— Santa lglesia Prioral Basílica Catedral Santa María del
Prado de Ciudad Real. Que celebrará la eucaristía jubilar cada primer domingo
de mes a las 12:00 horas.
— Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de
Valdepeñas, que celebrará la eucaristía jubilar cada segundo domingo de mes a
las 12:30 horas.
— Parroquia de Santa María de Alcázar de San Juan, que
celebrará la eucaristía jubilar cada tercer domingo de mes a las 12:00 horas.
— Parroquia de la Asunción de Puertollano, que celebrará
la eucaristía jubilar cada tercer domingo de mes a las 12:00 horas.
— Parroquia Santa María Magdalena de Malagón, que
celebrará la eucaristía jubilar cada cuarto domingo de mes a las 12:30 horas.
Habrá encuentros jubilares en la diócesis con los que se podrá conseguir la gracia jubilar. Será peregrinando a los encuentros que, con motivo del jubileo de los jóvenes, de las familias y de los «colectivos de la esperanza», serán convocados convenientemente en su momento a lo largo del Año Jubilar.
En el decreto se explica cómo obtener la indulgencia
plenaria siguiendo las Normas de la Penitenciaría Apostólica sobre la concesión
de la indulgencia durante el Jubileo Ordinario de 2025. Se establece que «los
fieles que estén verdaderamente arrepentidos de sus pecados y cumplan las
condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión eucarística y
oración por las intenciones del Romano Pontífice) podrán conseguir la
Indulgencia Plenaria para sí mismos, o aplicarla por las almas de los fieles
difuntos en el curso del Año Santo en las siguientes ocasiones:
I. En las sagradas peregrinaciones hacia cualquiera de
los lugares jubilares o encuentros jubilares establecidos en este decreto,
participando devotamente en la santa misa u otras de las celebraciones reseñadas
en las Normas citadas.
II. En las pías visitas a los lugares sagrados si,
individualmente o en grupo, visitaran devotamente cualquier lugar jubilar y
ahí, durante un periodo de tiempo adecuado, realizaran adoración eucarística y
meditación, concluyendo con el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier
forma legítima e invocaciones a María, Madre de Dios.
III: En las obras de misericordia y de penitencia, según se especifica en dichas Normas.
Los fieles que, por diversas circunstancias, no pudieran
participar en las ocasiones citadas, especialmente los ancianos, las monjas de
clausura, los enfermos, los reclusos y aquellos que, en hospitales u otros
lugares de cuidados prestan servicio continuo a los enfermos, pueden conseguir la
indulgencia con las mismas condiciones si, unidos en espíritu, recitan el Padre
Nuestro, la Profesión de fe y otras oraciones conforme a las finalidades del
Año Santo, ofreciendo sus sufrimientos o dificultades de la propia vida.
Se facilitarán horarios visibles en las cancelas de los templos, para posibilitar el acceso de los fieles a la
confesión sacramental, así como en las parroquias que organicen peregrinaciones
a los templos jubilares en la diócesis.
El papa Francisco ha convocado al Jubileo a toda la Iglesia católica mediante la bula Spes non confundit
En ella explica que «la vida cristiana es un camino, que
también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza,
compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el
Señor Jesús».
Señala el papa Francisco que el Jubileo ha sido siempre
un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida
de la Iglesia. Desde que Bonifacio VIII instituyó el primer Año Santo en 1300
—con cadencia de cien años, que después pasó a ser según el modelo bíblico, de
cincuenta años y ulteriormente fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios
ha vivido esta celebración como un don especial de gracia, caracterizado por el
perdón de los pecados y, en particular, por la indulgencia, expresión plena de
la misericordia de Dios.
Los fieles, generalmente al final de una larga
peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta
Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en
las basílicas romanas. Millones y millones de peregrinos han acudido a estos
lugares santos a lo largo de los siglos, dando testimonio vivo de su fe
perdurable.
El Gran Jubileo del año 2000 introdujo la Iglesia en el
tercer milenio de su historia. San Juan Pablo II lo había esperado y deseado
tanto, con la esperanza de que todos los cristianos, superadas sus divisiones
históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años del nacimiento de
Jesucristo, Salvador de la humanidad. Ahora que nos acercamos a los primeros
veinticinco años del siglo XXI, estamos llamados a poner en marcha una
preparación que permita al pueblo cristiano vivir el Año Santo en todo su significado
pastoral.
En este sentido una etapa importante ha sido el Jubileo
Extraordinario de la Misericordia, que nos ha permitido redescubrir toda la
fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre, para que a su vez
podamos ser sus testigos.
Como dice el Papa Francisco, debemos mantener encendida
la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que
cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta,
corazón confiado y amplitud de miras. «El próximo Jubileo puede ayudar mucho a
restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo
renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema
Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar
el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la
tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres,
jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna». Pienso especialmente en los
numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que
las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al
Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los
frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su
descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que
resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra,
podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7).
Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que
nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la
vida social, para formar un conjunto coherente. Sintiéndonos todos peregrinos
en la tierra en la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y la cuidemos
(cf. Gn 2,15), no descuidemos, a lo largo del camino, la contemplación de la
belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común. Espero que el
próximo Año Jubilar se celebre y se viva también con esta intención. De hecho,
un número cada vez mayor de personas, incluidos muchos jóvenes y adolescentes,
reconocen que el cuidado de la creación es expresión esencial de la fe en Dios
y de la obediencia a su voluntad.
¿Qué es el Jubileo?
“Jubileo” es el
nombre de un año particular: parece que deriva del instrumento utilizado para
indicar su comienzo; se trata del yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido
anuncia el Día de la Expiación (Yom Kippur). Esta fiesta se celebra cada año,
pero adquiere un significado particular cuando coincide con el inicio del año
jubilar. A este respecto, encontramos una primera idea en la Biblia: debía ser
convocado cada 50 años, porque era el año ‘extra’, debía vivirse cada siete
semanas de años (cfr. Lv 25,8‑13).
Aunque era difícil de realizar, se proponía como la ocasión para restablecer la
correcta relación con Dios, con las personas y con la creación, y conllevaba el
perdón de las deudas, la restitución de terrenos enajenados y el descanso de la
tierra.
Citando al profeta Isaías, el evangelio según san Lucas
describe de este mismo modo la misión de Jesús: «El Espíritu del Señor está
sobre mí; porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a
proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en
libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18‑19; cfr. Is 61,1‑2). Estas palabras de Jesús
se convirtieron también en acciones de liberación y de conversión en sus
encuentros y relaciones cotidianos.
Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo,
llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que
la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido
cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por
Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II. También hay momentos
‘extraordinarios’: por ejemplo, en 1933, Pío XI quiso conmemorar el aniversario
de la Redención y en 2015 el Papa Francisco convocó el año de la Misericordia.
También ha sido diferente el modo de celebrar este año: en el origen coincidía
con la visita a las Basílicas romanas de san Pedro y san Pablo, por tanto, con
la peregrinación, posteriormente se añadieron otros signos, como el de la
Puerta Santa. Al participar del Año Santo se obtiene la indulgencia plenaria.
Existen dos tipos principales de jubileos en la Iglesia
Católica:
Jubileo
Ordinario: Se celebra cada 25 años. Es un año de perdón y gracia,
marcado por peregrinaciones a Roma, la confesión, la comunión y la realización
de obras de misericordia. El Jubileo Ordinario más reciente fue en el año 2000,
bajo el pontificado de San Juan Pablo II, y el próximo está programado para el
2025.
Jubileo
Extraordinario: Es convocado en ocasiones especiales, cuando
el Papa considera que la Iglesia necesita un tiempo especial de gracia. Un
ejemplo reciente es el Jubileo de la Misericordia, proclamado por el Papa
Francisco en 2015-2016, que se centró en la importancia de la misericordia
divina y en la necesidad de que los fieles la practiquen en su vida diaria.
Logo del Jubileo
El logo representa cuatro figuras estilizadas que indican la humanidad proveniente desde los cuatro rincones de la tierra. Abrazadas entre ellas, indican la solidaridad y la fraternidad que une a los pueblos. La primera figura está aferrada a la cruz. Es el signo no solo de la fe que abraza, sino también de la esperanza que nunca puede ser abandonada, porque necesitamos siempre de ella, sobre todo en los momentos de mayor necesidad. Es útil observar las olas que la rodean y que están en movimiento, porque muestran que la peregrinación de la vida no siempre pasa por aguas tranquilas. Muchas veces las experiencias personales y los eventos del mundo exigen con mayor intensidad el llamado a la esperanza. Es por esto que se debe subrayar la parte inferior de la cruz que se alarga transformándose en un ancla y que se impone sobre el movimiento de las olas. Bien sabemos que el ancla ha sido usada como metáfora de la esperanza. De hecho, el ancla de la esperanza es el nombre que en la jerga marina se da al ancla de reserva usada por las embarcaciones para hacer maniobras de emergencia que permitan estabilizar la barca durante las tormentas. No se olvide el hecho de que la imagen muestra cómo el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario con la impronta de un dinamismo en crecimiento que tiende cada vez más hacia la cruz. La cruz no es estática, sino dinámica y se curva hacia la humanidad, saliendo a su encuentro y no dejándola sola, ofreciendo la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Se destaca, finalmente, con color verde el lema del jubileo 2025: Peregrinantes in Spem.
El Jubileo es una oportunidad para fomentar valores
fundamentales como la reconciliación, la misericordia y la justicia social. Las
escuelas está utilizando el Jubileo como un marco para promover estos valores
entre los estudiantes. A través de programas de servicio comunitario, los
estudiantes pueden aprender a aplicar estos principios en su vida diaria.
Estos proyectos enseñan a los jóvenes la importancia de la
compasión y la solidaridad. Además, se están llevando a cabo campañas de
sensibilización sobre temas como la pobreza, la desigualdad y la protección del
medio ambiente, alineadas con los principios del Jubileo.
Las clases de religión y ética también están dedicando tiempo a
discutir el significado espiritual del Jubileo. Los maestros están guiando a
los estudiantes en reflexiones sobre la importancia del perdón, la redención y
la renovación espiritual. Estas discusiones ayudan a comprender el Jubileo por un lado, como un
evento histórico, y por otro como una oportunidad para el crecimiento personal
y la transformación espiritual.
El Jubileo 2025 es un evento de gran trascendencia que ofrece
numerosas oportunidades educativas. Las escuelas están desempeñando un papel esencial
en la incorporación del tema del Jubileo en sus currículos, fomentando la
comprensión y participación de los estudiantes. A través de proyectos de investigación,
los alumnos aprenden sobre la historia, el significado y el impacto del
Jubileo.
Esta integración del Jubileo en la educación asegura que las futuras generaciones comprendan la importancia de este evento y los valores que representa.
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