El sacramento de la confesión también es llamado reconciliación.
La reconciliación es un sacramento de curación que consiste en confesar los pecados y recibir el perdón de Dios a través del sacerdote. También recibe el nombre de confesión o penitencia, aunque este último ya no se usa. El ministro es el sacerdote común. En caso extraordinario y según la gravedad, puede ser el obispo o el Papa. El sacramento está destinado a todo bautizado que se sienta en falta (pecado).
Este sacramento consiste en un ritual en el que la persona declara sus pecados a un sacerdote, quien está autorizado y facultado para darle la absolución de los mismos, previa asignación de una penitencia.
A partir del momento en que la persona es absuelta, se considera que está en "estado de gracia". Por ello, la confesión o reconciliación es recomendada para poder comulgar.
Sin embargo, aunque el acto de comulgar puede practicarse a diario si la persona lo desea, no es necesario confesarse siempre que se pretende hacerlo. Basta con confesarse cada vez que la persona sienta la necesidad.
Significado de la reconciliación
La reconciliación representa la misericordia infinita de Dios frente a la fragilidad humana y la oportunidad de caminar hacia la santidad. Es asimismo fuente de paz de conciencia y auxilio espiritual ante la tentación.
El signo o materia visible de la reconciliación es la confesión de los pecados ante el sacerdote. La persona debe preparar un buen examen de conciencia, hacer un acto de contrición (arrepentimiento); tener propósito de enmienda (reparar el daño) y cumplir la penitencia.
Para dar la absolución de los pecados y sellar el acto de reconciliación, se puede usar una oración corta o una oración larga. Estas oraciones son:
- Forma corta: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
- Forma larga: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Elementos de la confesión o reconciliación
Entre los elementos o pasos para una buena confesión, se cuentan los siguientes:
- Antes de la confesión:
- Hacer previamente un examen de conciencia.
- Hacer un acto de contrición (arrepentirse, sentir dolor por haber pecado).
- Tener propósito de enmienda.
- En la confesión:
- Confesar los pecados.
- Recibir la penitencia asignada por el sacerdote y escuchar sus consejos.
- Recibir la absolución del sacerdote.
- Después de la confesión:
- Cumplir la penitencia.
- Procurar no volver a pecar.
Confesionario
Normalmente, la confesión católica es hecha en privado, en una especie de habitáculo llamado confesionario. Antiguamente, estos confesionarios contaban con un reclinatorio en el cual el penitente se arrodillaba. Además, estaban separados por una especie de red o malla para garantizar el anonimato de la confesión.
Actualmente, la Iglesia ha juzgado que el diseño antiguo de los confesionarios es impersonal, de manera que ha dado licencia a las parroquias que lo deseen para adaptarlos. Así, en muchos confesionarios actuales se ha agregado un asiento para el penitente y se ha eliminado el separador.
Fundamentos bíblicos de la reconciliación
Para los católicos, el Nuevo Testamento autoriza a los sacerdotes a transmitir el perdón de Dios a los penitentes. Por ejemplo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos» (Juan 20, 22-23).
También: «A ti (Pedro) te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la Tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos» (Mateo 16, 19).
Otras referencias se pueden encontrar en: Mateo 18, 18. Lucas 15, 18-19. Juan 20, 21-23. Hechos de los Apóstoles 19, 18. Primera Carta a los Corintios 5, 3-5. Segunda Carta a los Corintios 2, 6-11. Carta a los Corintios 5, 18-20. Carta de Santiago 5, 16. Primera Carta de Juan 1, 8-9.
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La unción de los enfermos es un sacramento de curación que consiste en transmitir la gracia de Dios, el consuelo y la fortaleza a las personas enfermas de gravedad (no necesariamente en peligro de muerte). El ministro es el sacerdote. El sacramento está dirigido a cualquier persona bautizada que se encuentre enferma, incapacitada o en peligro de muerte.
Significado de la unción de los enfermos
El sacramento de la unción de los enfermos transmite la presencia de Cristo. Brinda fortaleza y consuelo en la enfermedad, da paz de conciencia en el lecho de muerte y otorga el perdón de las culpas para la vida eterna.
El signo visible del sacramento (materia) es la unión de los Santos Óleos, que consiste en aceite de oliva bendecido que se aplica sobre el sujeto haciendo la señal la cruz.
La oración que sella el sacramento de la unción de los enfermos es: «Por esta santa Unción (se unge el aceite con la señal de la cruz) y su benignísima misericordia, te perdone el Señor todo lo que has pecado por medio de la vista, el oído, el olfato, el gusto y la palabra, el tacto, el andar. Así sea».
Fundamentos bíblicos de la unción de los enfermos
Las bases de este sacramento se registran en los pasajes bíblicos según los cuales Jesús atendió a los enfermos. Para la Iglesia católica, Jesús hizo sentir la presencia de Dios al confortar y sanar a los enfermos (ver Marcos 6,13; Lucas 13, 12-13).
Por otra parte, la Carta de Santiago instruye sobre asistir a los enfermos para llevar sanidad física y/o espiritual, signos de la gracia divina (Santiago 5,14-15). Otras referencias son: Hechos de los Apóstoles 9, 17-18; Primera Carta a los Corintios 12, 9.
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