31 de mayo de 2021

CINEFORUM: COMO DIOS

 







DESPUES DE VER LA PELÍCULA

La película narra la historia de Bruce Nolan, reportero de televisión que, por distintas cuestiones, termina enfrentándose con Dios y reprochándole lo mal que lo está haciendo. Dios acepta el reto y le entrega a Bruce sus poderes. Sólo hay dos limitaciones: no puede decir a nadie que tiene los poderes de Dios y los poderes divinos no pueden modificar el libre albedrío de la persona.

Desde esta perspectiva, podemos dividir la película en tres partes:

I PARTE: hasta  el Caos/Vuelta al Edificio. Es, prácticamente toda la película. Muestra un concepto utilitarista de Dios, un “dios-amuleto”, cuyo poder puede resolver todos nuestros problemas.

II PARTE: hasta el autobús/Subida al Cielo. Es un paso en la buena dirección, pero incompleto: a Dios no se le puede manipular, Él es quien gobierna. Es un concepto de Dios-gobernador, regente.

III PARTE: Es apenas la última escena, pero permite explicar que Dios es Amor.

Siendo el concepto de Dios el tema fundamental de la película según esta mirada, a él se anclan otras líneas muy interesantes, que son el problema del mal y la existencia de Dios; y la búsqueda, casi persecución, que el hombre realiza en  pos (con la intención) de la Gracia de Dios. No puede ser casualidad en una película llena de referencias religiosas que la mujer a la que Bruce persigue se llame “Grace” (Jennifer Aniston).

 

I PARTE

El contenido argumental de la película está construido desde la concepción utilitarista de Dios. Se piensa en un Dios todopoderoso a imagen del “homo faber”: el hombre vale por lo que hace, por lo que puede hacer. Por tanto, Dios vale sólo en función de lo que puede hacer. Es un “dios-amuleto”, al que nos dirigimos sólo desde la petición de auxilio, exigiendo su intervención milagrosa: ¡ayúdame a solucionar problemas! Lo único que nos interesa de Dios son “sus poderes”.

Bruce es un personaje ególatra, que quiere ser el protagonista de todo, que hablen de él, que se le conozca, que triunfe él. Concibe a Dios como el amuleto que puede hacerle todo fácil, o solucionarle los problemas, y se enfada cuando Dios no le arregla la vida (“Dios podría solucionarme la vida en cinco minutos y prefiere hacerme sufrir”), creyéndole un Dios caprichoso, que prefiere verle padecer. ¿No es así, acaso, como muchos creyentes ven a Dios?

Bruce ni siquiera reconoce sus propios dones. Varias personas a lo largo de la película le hacen ver que tiene un don para la alegría: “Haces reír, no es malo hacer reír a la gente” (se lo dice su novia, su jefe, e incluso Dios); pero Bruce no acepta los dones que tiene, no les saca jugo; quiere otra cosa, quiere poder, quiere fama… No agradece lo que tiene, y se queja de todo. Grace, su novia, intenta defender a Dios, como los amigos de Job, pero -como ellos- sólo sabe recurrir a tópicos.

En un punto dado, Bruce dirige una oración espontánea (“¡Envíame una señal!”) porque se siente solo, perdido, su vida está desmoronándose por momentos por su egoísmo y él ni siquiera se da cuenta de que esa es la causa, echándole la culpa a Dios. Y, cómicamente, recibe señales: la señal de tráfico, el camión con señales de tráfico (por si una no bastaba), el mensaje en su busca, (ahí se nota que la película es anterior a la generalización de los móviles), el mensaje de publicidad grabado en un contestador automático describiendo su vida (“¿se llama Bruce?”). ¡Tantas veces recibimos señales de Dios que no vemos porque no nos dicen lo que queremos oír! Y cuando nos parece que está confirmándose lo que queremos ¡qué rápidos somos para asegurar que es una señal de Dios!

Cuando recibe los poderes, se dedica a hacerse la vida más fácil a sí mismo. Se trata a sí mismo como querría que Dios le tratase. Pero su egoísmo hace que todo se centre en él (por ejemplo, en la última discusión con Grace “¡se trata siempre de ti!”; cenando con Grace: “¡siempre hablamos de ti!”). Bruce no comprende (o le da igual) las consecuencias de sus actos (atrae la luna, y genera terremotos) y se dedica a satisfacer todos sus deseos. Evidentemente, la felicidad no consiste en eso, y Bruce va a ir perdiendo lo que más le importa: a Grace.

La película incluye algunos chistes que son referencias a tópicos religiosos. No se muestra ninguna referencia a Cristo, ni a la dimensión institucional de la religión. Se insinúa la Edad Media como una época de “ausencia de Dios”, siguiendo el tópico manido e ignorante de la “oscura edad Media”. Grace y Bruce viven juntos  sin estar casados, y eso se acepta sin ninguna discusión, como algo propio, corriente y aceptable. Desde el dormitorio, Bruce, produce con “sus poderes” una sucesión de escenas cómicas de índole intimo de pareja. Por supuesto, no se ve nada. Y parece que eso salva la “pureza” de la película… Pero es una escena innecesaria que sólo se incluye para indicar el uso egoísta de los poderes de Bruce.

Cuando Bruce cree haber conseguido lo que quería (el trabajo de presentador), comienza a escuchar las voces de las oraciones que no ha estado escuchando. En efecto, Dios habla con él y le hace ver: “¿A quién has ayudado?”.

Hay un cierto cambio en Bruce: se abre a los demás; pero Dios sigue siendo ese amuleto que soluciona los problemas de los demás y los suyos propios. Tiene que afrontar ahora las peticiones de ayuda que le hacen los demás, pero son demasiadas (“¡Qué panda de quejicas! ¡Me puede llevar toda la vida!”). Así que hace lo que cree que Dios debería hacer: responder afirmativamente a todas las oraciones, sin pensar las consecuencias. (“¡Sí! Así todo el mundo será feliz”)

Los “poderes” le hacen perder definitivamente a Grace, porque lo que consigue (dinero, mujeres) le aleja de ella.

Bruce: “¿Cómo puedo hacer que me quiera sin interferir en su voluntad?”
Dios: “Bienvenido a mi mundo, si hayas la respuesta, ¡avísame!”

Progresivamente va viendo que su egoísmo está sembrando el caos, y le ha hecho perder a Grace. (De hecho, es claro que ha perdido «la gracia»…). Pero sigue queriendo ganarse a la mujer con “sus poderes”: lo que vale de Dios siguen siendo “sus poderes”. Quiere recuperar el amor de Grace, incluso intenta abrir su corazón. Pero sigue buscándose a sí mismo: no quiere la felicidad de Grace, sino su propia felicidad, para la cual Grace es sólo un simple medio. Incluso intenta forzar el libre albedrío de Grace. Pero eso es imposible.

Y el mundo se va sumergiendo en un caos, porque las oraciones siguen siendo respondidas con un “sí”, sin mirar las consecuencias: todo el mundo gana la lotería, su equipo vence en el campeonato, la luz eléctrica se va… la gente está desquiciada. La ciudad es un caos y él grita ayuda a Dios.

PARTE II: vuelve a la “Casa del Padre”

“Bruce Todopoderoso” vuelve al edificio porque no sabe qué hacer.

Y comienza una preciosa escena penitencial. Bruce se confiesa con Dios. La limpieza del edificio es una preciosa y evidente alegoría para explicar el sacramento de la penitencia y la misericordia de Dios: “Por mucho que se ensucie algo siempre puedes limpiarlo de arriba abajo.”

Dios da a Bruce una nueva clave para afrontar su vida: “Miran el cielo y no hacen nada ¿Quieres un milagro? Sé tú el milagro”. Es, ciertamente, una clave débil, individualista. Pero tiene la luz de hacer resaltar la responsabilidad personal. El problema de esta clave es: ¿dónde queda Dios?

A partir de este momento, el film cambia la concepción de Dios. Ahora se propone un Dios gobernador: Él sabe cómo funciona el mundo, sigamos sus reglas a ver qué pasa, sigamos su consejo. Así, Bruce renuncia a usar sus poderes, y comienza a ayudar ahora a quienes le rodean. Rompe con su egoísmo, sale de sí mismo. Es un primer paso, que se verá insuficiente. Es un legalismo que, por supuesto, no es la verdadera fe, porque Dios no es sólo ni principalmente «ley» sino Amor.

Cuando descubre que Grace, que se ha ido a vivir con su hermana, reza todas las noches por él, se conmueve. La oración última de Grace le rompe el corazón: “No quiero amarle, no quiero sufrir”. Ante el amor gratuito que ve en ella, y que tanto dolor le está causando a ella misma, Bruce se rompe… y se somete a ese Dios gobernador: “No tengo fuerzas, no quiero ser Dios. Me someto a tu voluntad, prefiero que seas tú quien gobierne mi vida; tú lo puedes hacer mejor…” Es la expresión clara de ese Dios que no es amor, sino un legislador que sabe lo que debe hacerse. Es una visión moral de Dios, un Dios gobernador.

Son muchos los creyentes que también viven así su fe. Obedecen a un Dios que sabe lo que debe hacerse. Hacen lo que Dios les dice, porque saben que así es mejor. Para muchos no hay ninguna clave amorosa en Dios: la religión es un mero cumplimiento moral.

PARTE III: El cielo

Son apenas los últimos minutos de la película, y son, también, los más interesantes de comentar.

Se habla de la oración. La oración como una llamada del corazón. No es cuestión de “oraciones grandes” (hambre, guerras…), de pedir lo que se supone que se debe decir. “Pide lo que te importa de verdad”. Eso es rezar.

Es el minuto glorioso de la peli. Bruce se ha pasado la película entera persiguiendo a Grace, buscando por todos los medios que ella le ame. Cuando Dios le pregunta “¿qué te importa de verdad?”, el corazón de Bruce responde sin dudar: Grace. Pero Bruce ya no busca que Grace le ame. Hasta el mismo Bruce parece extrañado. Él ya no es el mismo, no está centrado en sí. Lo que quiere es que Grace sea feliz, incluso aunque eso signifique renunciar a ella. Le importa más Grace que él mismo.

Y así llega a la frase de oro de la película: “Que sea feliz, no importa cómo, que encuentre alguien que la vea siempre como la veo yo ahora, a través de tus ojos”. Dios es Amor. Amar es mirar al otro como Dios le mira.

Ese es el Dios a quien seguimos los cristianos. No es un Dios-amuleto, ni un Dios individualista, ni un Dios gobernador. Es el Dios-Amor que lo dio todo, incluso a sí mismo, por amor a los hombres. Y eso es amar: mirar al otro “a través de los ojos de Dios”.

 

 

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